¿Qué es una hernia inguinal?
Una hernia abdominal es una zona de debilidad en la pared abdominal que permite que parte del intestino u otro órgano sobresalga hacia fuera.
La aparición de una hernia inguinal hace más probable la aparición de una segunda hernia en el lado opuesto. Se calcula que la prevalencia de las hernias en la población general es del 3 al 8%. La hernia inguinal es dos veces más frecuente en el lado derecho que en el izquierdo en los hombres de hasta 40 años; en los hombres de más de 40 años, el 40% de las hernias inguinales son bilaterales.
En el caso de la hernia inguinal, a medida que el feto masculino se desarrolla durante el embarazo, los testículos descienden desde el abdomen hasta el escroto a través de una zona denominada canal inguinal. Cuando la hernia se forma porque el orificio es más ancho y los ligamentos más débiles de lo normal, se denomina congénita o indirecta. Cuando el paso del intestino se debe a un defecto en la base del canal inguinal, se denomina adquirido o directo.
Poco después de nacer el bebé, este canal se cierra, impidiendo que los testículos vuelvan a la cavidad abdominal. Si este canal no se cierra completamente, puede entrar parte del intestino, provocando una hernia.
Este canal también está presente en los bebés de sexo femenino, por lo que la hernia inguinal también puede producirse en niñas.
Síntomas de una hernia inguinal
La hernia inguinal puede ser asintomática. Sin embargo, es posible ver o sentir la protuberancia creada por la hernia en la zona inguinal o en el escroto, sobre todo en posición de pie, tosiendo o haciendo esfuerzos.
En los bebés, el llanto tiende a acentuar esta protrusión y, por el contrario, se reduce cuando el bebé está más relajado. Muchas hernias no provocan ningún síntoma y se descubren por mera casualidad. En otros casos la protrusión es visible, sobre todo al ponerse de pie y al toser o realizar otro esfuerzo. La hernia puede causar sensación de quemazón o dolor, sobre todo al inclinarse hacia delante, toser o levantar pesos. También puede aparecer una sensación de pesadez, debilidad o presión en la zona inguinal.
En ocasiones, hay dolor e hinchazón alrededor de los testículos, lo que indica el descenso del intestino al escroto.
Las complicaciones se deben a que el contenido de la hernia queda encarcelado, lo que imposibilita su reinserción en la cavidad abdominal. Reducir el flujo sanguíneo al segmento intestinal afectado y causar dolor y daño tisular. Cuando este flujo se interrumpe por completo, nos encontramos ante una hernia estrangulada que, si no se trata, provoca la muerte del tejido, con una infección que se extiende a todo el abdomen y que puede ser mortal. La sintomatología se manifiesta por dolor, náuseas, vómitos y cese de las deposiciones con estreñimiento. En este caso, la piel sobre la hernia se enrojece, con marcados signos inflamatorios. Los signos de estrangulamiento son la presencia de náuseas y/o vómitos, fiebre, aumento del ritmo cardíaco, dolor repentino que aumenta muy rápidamente y un cambio en el aspecto de la protuberancia de la hernia, que se vuelve más roja u oscura.
La estrangulación puede producirse en el 1,3 al 3% de las hernias. Una hernia estrangulada es una urgencia quirúrgica porque el intestino u otro órgano puede entrar en fase necrótica, provocando una inflamación potencialmente mortal de la cavidad abdominal, denominada peritonitis.
Causas de una hernia inguinal
No siempre existe una causa aparente para una hernia inguinal. A menudo, la debilidad de la pared abdominal está presente desde el nacimiento. En otros casos, esta debilidad aparece más tarde en relación con la edad, la actividad física intensa, la tos asociada al tabaquismo, los traumatismos o la cirugía abdominal. En el caso de los hombres, el punto de debilidad es el canal inguinal, por donde pasa el cordón espermático desde el testículo. En el caso de las mujeres, por este canal pasa un ligamento que mantiene el útero en su posición y la hernia puede producirse en el punto de inserción del útero al hueso púbico. En cualquier caso, la hernia inguinal es unas diez veces más frecuente en los hombres.
Las hernias inguinales son más frecuentes en niños con antecedentes familiares de hernia, fibrosis quística, displasia de cadera, testículos no descendidos y anomalías de la uretra.
En los adultos, las causas más frecuentes son las que provocan un aumento de la presión abdominal: obesidad, embarazo, especialmente los embarazos múltiples, actividades como levantar pesos, tos crónica que se produce en enfermedades como la fibrosis quística o las infecciones pulmonares crónicas, estreñimiento y cirugía abdominal. El tabaquismo, la desnutrición y la edad avanzada son otros factores de riesgo.
Diagnóstico de una hernia inguinal
Además del reconocimiento médico, una simple radiografía abdominal puede ser muy útil.
Tratamiento de una hernia inguinal
En el caso de hernias pequeñas y asintomáticas, puede bastar con una vigilancia periódica.
Pero la mayoría de las hernias inguinales, si no se tratan quirúrgicamente, tienden a agrandarse como consecuencia de la presión ejercida por los tejidos circundantes, por lo que es importante una intervención quirúrgica precoz para evitar el riesgo de encarcelamiento del intestino en el canal inguinal.
Para las hernias voluminosas con molestias, la cirugía es esencial y puede realizarse por laparoscopia o por la vía clásica.
En el abordaje clásico, se practica una incisión en la región inguinal, se devuelve el contenido herniado a la cavidad abdominal y se cierra y refuerza la pared muscular con material sintético. Tras la intervención, las actividades se reanudan progresivamente, y normalmente se tarda unas seis semanas en volver a un nivel normal de actividad.
Prevención de una hernia inguinal
La prevención consiste en reducir el esfuerzo sobre los músculos y la cavidad abdominal, aunque no es posible evitar que la hernia inguinal se produzca después del nacimiento. En los adultos, implica una postura adecuada al levantar pesos, mantener un peso saludable y un tránsito intestinal normal, evitar el estreñimiento mediante una buena ingesta de líquidos y fibra y evitar retener durante demasiado tiempo el estímulo de evacuar los intestinos. El ejercicio regular es igualmente importante, ya que ayuda a fortalecer los músculos abdominales y a controlar el peso. El uso de perlas de contención puede mantener la hernia en su sitio, pero no corregirá el problema.
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